Crónica #AltavozFest2014: Día 3 – Conclusiones finales

Veníamos de dos días donde géneros predominantes en la ciudad como el punk, el metal y el hip hop fueron protagonistas de repertorios tanto locales como internacionales (recordando cierres de The Exploited, Masacre, y shows muy concurridos como el de Das EFX, solo por mencionar algunos casos). Pero el tercer día de Altavoz Fest, tendría un toque más alternativo, y con alternativo me refiero a sonidos, que si bien pueden ser etiquetados de “rock”, también toman elementos de otras corrientes y los integran en su sonido.

Un día donde la asistencia, pese a no ser la más grande del festival en cada día de los 3 de conciertos (el día más concurrido fue el sábado, donde convergieron punks, hopers y amantes del sonido reggae), fue la más consistente, ya que podemos decir que muchos de los que llegaron desde temprano se quedaron gran parte de la jornada. Ese público fue testigo, de cierta forma, del día que considero más arriesgado desde las propuestas que se presentaron. Artistas como Esteban Gira, Tan Tan Morgan, y hasta los mismos Vetusta Morla, nos dieron tres panoramas distintos de un sonido modelo 2014, que se reinventa, que usa el show para conectar con la gente, pero que desde su música y su misma propuesta estética, genera una atmósfera que engancha en los primeros acordes.

También arriesgado, por integrar a un grupo como Puerto Candelaria que, aunque no tiene un sonido netamente guitarrero, tiene toda la actitud del rock más puro en su show, en sus letras irreverentes y juguetonas, y en su entrega con el público, que le respondió de forma tal que se vio un literal tren de gente circulando por los tumultos de la cancha auxiliar del Estadio Cincuentenario.

Un día que para muchos pasará al recuerdo, con presentaciones mágicas como la de Le Muá, con su sensualidad, como la de Carlos Reyes y la Killer Band, que nos trajo desde Bogotá la mística del blues mezclada con el rock n’ roll más honesto, y como la de Parlantes, que nos regaló tesoros hechos canción recién salidos del horno, tal vez por primera vez en una presentación en vivo suya. No podemos dejar atrás los momentos de baile, por cortesía de grupos como Skardado, Niquitown y Nueve Once en la tarima Norte, donde los últimos invitaron a Mojiganga a cantar uno de sus clásicos más queridos, “De corazón”, y de las apariciones en el Escenario Cincuentenario de 30 Grados y Ojo de Buey desde Costa Rica. Mención aparte merece el cierre de toda esta fiesta de 56 bandas, 3 días y 2 tarimas, Reel Big Fish, un grupo que, más que un show de sus canciones, nos regaló un espectáculo lleno de diversión musical, como para cerrar con risas y sonrisas una fiesta que ya tiene once ediciones.

Al final, sólo queda la música.

Después de la euforia, los sonidos y los amigos que se encuentran y disfrutan en un espacio como este, con cabeza fría es necesario hablar cosas importantes. El festival ha ido creciendo de a poco. En este año cabe resaltar, como ya esbozamos líneas más arriba, la capacidad de arriesgar y llegar a un equilibrio entre grupos de reconocimiento y propuestas con proyección, que pueden brindarle a quien va a un espacio como este, un panorama, guardando las proporciones que la red sí brinda, de cómo están los sonidos y hacia dónde puede ir la música alternativa, por lo menos en el país y en algunos lugares de América Latina. Esto es algo que no se puede perder, porque es tan importante un grupo “famoso” entre los nichos, como aquel que está proponiendo una reinvención desde cualquier corriente musical, llámese rock, electro, hip hop, reggae o punk, sólo por mencionar algunas.

Para mejorar, en la parte logística, la rigurosidad en el cumplimiento de los tiempos de montaje entre bandas. Esto ocasionó recortes en los repertorios de muchos grupos, y al final, los asistentes son los que salen perdiendo valiosos minutos de sonidos locales y nacionales, que son tan prioritarios (es posible que hasta más) como los tiempos en bandas internacionales. Y lo de siempre, recordar que la construcción de un festival como Altavoz es de todas las partes, incluyendo al público, y es ahí donde es necesario construir. Esa es una tarea que siempre queda para todos los años.

Para finalizar, un dato importante, y que pasará a la historia de este evento de ciudad: salvo a leves lloviznas aisladas, en las casi 33 horas de festival, no hubo agua cayendo del cielo.

@SebasMartinezP


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